miércoles, 3 de noviembre de 2010

Desde el Pasado Cercano y Remoto (2006), Dos Joyitas Co-Escritas con Marcelo "Cheto" Waymas:

                                                                                                                                                                      
Pedro Albino


Pedro Luís Tanto nació -según se cree- en barrio Castañuelas, provincia de Salta, a principios de 1978
-aunque no se tiene la fecha exacta-.

Pasó una infancia casi normal, soportando algunas burlas (las predecibles) sobre su albinismo.

Recién pudo tener una fiesta de cumpleaños a los 6, ya que sus padres, al no saber la fecha exacta de su nacimiento, simplemente obviaron dicho evento. Fue el 19 de Abril de 1984, cuando el equipo de Banfield derrotó a Lanus por 4 a 1 en “el clásico del sur”. Pedrito, que a su corta edad ya demostraba ser un simpatizante decidido de “el taladro”, pudo también, tener un documento de identidad.

A la reveladora edad de 13 años la vida de Pedro Luís tuvo un cambio drástico de dirección. Al día siguiente de su cumpleaños, sus padres tuvieron una charla con él, donde le dijeron lo que nunca había sospechado… que era adoptado. Al principio, Pedrito no mostró ninguna reacción. Hasta que unos meses más adelante, debido a las burlas de unos vecinos, se enteró que sus padres biológicos lo abandonaron en Mar del Plata, en la playa, debajo de una sombrilla. Y que sus padres adoptivos, que en aquellos años andaban vendiendo helado en la costa, lo encontraron.

A partir de ahí, Pedro incursionó fervorosamente en los excesos de alcohol y pasta base, en ese orden.

A los 14 se puso de novio con su dealer, una chica de 25 llamada Juliana Zurita, que vivía en un barrio aledaño y realizaba labores domésticas en Castañuelas.

Aquella mañana sólo se escuchaban gritos y llantos, Pedrito rompió el límite, desapareció la heladera como por arte de magia. Resentido por las acusaciones de sus padres, el joven se fue a vivir con su novia. Fue entonces que sus tutores decidieron denunciar a Juliana Zurita, acusándola de pedofilia y de haber incitado al consumo de drogas a su hijo.

Un par de días después, la policía detuvo a Juliana y devolvieron al joven Pedro a su hogar.

A los 18, Pedro Tanto encontró claridad en sus oscuros días. Alejado un poco de las calles, vivió una experiencia muy fuerte. Teniendo poca información, fue a probar unos hongos sagrados llamados “Pacom Graele”. Al principio sufrió un mal viaje y, lleno de pánico, se perdió cerca del río. Hasta que cerca de un caserío, encontró auxilio en un grupo de jóvenes que se hacían llamar “Los Maestros de la Confusión” y, según él contaba, le decían que la alegría y la confusión eran terruños limítrofes en cuyas fronteras estaba perdido. Guiaron su viaje y el resto de su vida.

Unos meses después, Pedrito, que ya lucía un bigote verde y mucha paz, marchó de mochilero rumbo a Mar del Plata. A buscar sus raíces, y a encontrar su destino.


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Mi Velita

Hola, me llamo Mesamet y quiero contarles algo. Soy una niña de ocho años y vivo en un pueblito al que llamamos Valle Lombriz, donde hay una plaza en la que yo y otros niños jugamos todas las tardes de sol. Excepto los días en que todo cambia, y aparecen muchos vehículos y gente extraña, vestida de manera extraña. Esto no me molestó, hasta que vi a mi Velita sufrir. Nunca tuvo mi abuela un gesto tan feo ni una mirada tan perdida como aquella tarde en que la vi pelear y sangrar, mientras la gente aplaudía contenta. Recuerdo que esa noche no me animaba a sentarme en su falda a escuchar radio como de costumbre, tenía su cara hinchada y todos estaban raros.

Al día siguiente, luego del desayuno, papá me llevó a pasear y me compró un acote de ciruela. Ya caminando, después de un largo silencio, me dijo: “tu abuela es boxeadora”.

Pasado un tiempo, bailé en la plaza La danza del Sakarens junto a Glorieta, Tomasina, María y Betunha, para abrir “El gran evento”. Jamás la plaza estuvo tan llena, pero nos salió todo bien; a pesar de que Betunha, la única de las cinco que no tenía una abuela boxeadora, se torció el tobillo.

Todos estaban reunidos alrededor de un círculo marcado con grandes piedras para presenciar la gran final anual, en la que peleaba mi Velita contra la campeona invicta del año anterior, La Turca, abuela de Bambolo; un amiguito mío que se fue a la gran ciudad…

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Hoy tengo 47 años y recién puedo terminar esta historia, que empecé cuando niña. Gracias a un impulso de mi corazón, decidí buscar mi antiguo diario íntimo, y pude encontrarme con mi niñez olvidada, con mi pueblito natal…

Volviendo a la gran final, recuerdo que todo sucedió rápido. Mi abuela venció a la temible Turca por know out en el segundo round. Después en casa hubo una gran fiesta y jamás vi a mi Velita tan feliz, había ganado la gran final.

Luego, con los años, aprendí a estar orgullosa de mi abuela y de nuestras costumbres. Y valoré cada tarde de pelea, en la que todo mi pueblo compartía su alegría y su interés. A esa edad no me imaginaba como aquello iba a cambiar. Cuando vinieron los políticos y las empresas a manejar todo, a hablarnos de turismo, a mentirnos que traerían trabajo y bienestar. Sólo se enriquecieron ellos, vaciaron de sentido mis costumbres, envenenaron mi cultura y mi tierra… si no fuera así, quizás yo hoy estaría usando unos guantes.


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